El antisepulcro
El antisepulcro
Por Manuel Rivas
A Clemente Bernad
Suele decirse: Se los comió la tierra.
Pero yo que soy la tierra,
un pedazo de tierra,
unos metros de tierra
tierra adentro,
lo que siento es su hambre,
sus dientes buscando mis pezones,
mis raíces,
la pulpa del tiempo,
la carnaza de las horas podridas,
la urdidumbre ahumada de las nuves bajas,
la hogaza del crepúsculo,
el fermento agrio de las sombras
en la comisura de las uñas,
las briznas de luna
en la sámara de las miradas.
Yo he sentido mucho,
tal vez como nadie,
esta deshora muerta,
estos muertos inquietos,
no más con el badajo de las balas,
abrazados a mí,
con la última palabra
en la boca,
esa gramínea,
esa zarza,
ese hueso de saúco.
He cuidado sus zapatos,
los botones,
sus hebillas,
sus peines,
sus lapiceros.
Lo poco que tenían,
el ajuar del escombro.
Yo no estaba preparada para esto.
Tampoco ellos.
Se me cayeron dentro,
sin quererlo.
Pero yo no soy una tumba.
He criado a mi gente
bajo tierra.
Sepulcral vuestro país supulcro,
donde los muertos
se jactan del olvido.