La guerra antes del gran apagón: Una entrevista con Helen Graham

October 1, 2012
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(English version.) Publicada el 6 de marzo de 2010 en la edición en línea de The Volunteer, como una versión extendida de la entrevista que apareció en el número de marzo de 2010 de la edición en papel de esa misma publicación.

Traducción de Sara Plaza (civalleroyplaza.blogspot.com.es/)

“Contar grandes historias a través de las vidas de personas concretas es una forma muy poderosa de hacer historia. Sigo estando interesada en la teoría, pero creo que las vidas de las personas –siempre que elijas las vidas adecuadas– son, a la larga, más complejas que cualquier teoría.” Quien habla es Helen Graham (nacida en Liverpool en 1959), una de las más destacadas historiadoras de habla inglesa especializada en la historia de España durante el siglo XX. Es autora, entre otros, de los libros The Popular Front in Europe (Londres: Mcmillan, 1987), La República Española en guerra (1936-1939) (Barcelona: Debate, 2006, publicado originalmente en inglés como Spanish Republic at War 1936-1939, Cambridge University Press, 2002 ) y el best seller Breve historia de la Guerra Civil (Pozuelo de Alarcón: Espasa Calpe, 2006, publicado originalmente en inglés como The Spanish Civil War. A Very Short Introduction, Oxford University Press, 2005), un ensayo “que me tomó nueve meses escribir y veintitrés años preparar.” Junto con Jo Labanyi, miembro del comité de los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln (ALBA por sus siglas en inglés), es editora de la fundamental Spanish Cultural Studies. An Introduction (Oxford University Press, 1995). Su nuevo libro, actualmente en preparación, entrelaza cuatro biografías de personas que participaron en la guerra: dos hombres, dos mujeres; dos españoles, dos extranjeros. (Uno de ellos es Bill Aalto, un finés-americano miembro del Batallón Lincoln que además de comunista era gay; los otros son Gustavo Durán, el compositor y militar republicano que llegó a Coronel; Lucía Sánchez Saornil, poeta futurista y fundadora de Mujeres Libres; y la fotógrafa de origen austriaco Margaret Michaelis, quien estuvo refugiada en España durante los años treinta, perdió a parte de su familia en el Holocausto y vivió el resto de su vida como fotógrafa retratista en Australia). Catedrática de Historia de España en el college Royal Holloway (Universidad de Londres), Graham ocupa actualmente la cátedra Rey Juan Carlos I de España en la Universidad de Nueva York. Una tarde de domingo del mes de enero se sentó a hablar de la fascinación que durante toda su vida ha sentido hacia la guerra, los intentos de “recuperar” la memoria histórica que han tenido lugar en España y la visión distorsionada que todavía tienen algunos académicos e intelectuales estadounidenses.

Territorio mágico

Graham ha pasado más de dos décadas estudiando la Guerra Civil Española en todas sus dimensiones, fascinada en particular por las razones detrás de la derrota republicana. El tema la atrapó desde el primer momento. “La Guerra Civil Española es sin ninguna duda la razón por la que decidí ser historiadora. Recuerdo perfectamente lo sorprendida que me sentí por el hecho de que la República no hubiese ganado. ¿Cómo podía haber ocurrido? Naturalmente uno no puede ganar la guerra por los republicanos. Pero sí puedes dedicar tu vida de manera muy útil a explicar en detalle porqué no la ganaron. La Guerra Civil Española fue, en cierto sentido, la guerra antes del gran apagón: la guerra que pudo haber cambiado el curso de la historia europea y mundial si los actores poderosos hubieran actuado de otro modo. Semejante escenario de transformación cultural para tantos tipos diferentes de personas es en verdad un terreno mágico.”

Graham se aproxima al pasado con sumo respeto, afecto y sutileza, tomando en consideración todo, desde la psicología de los líderes políticos hasta la evolución de las relaciones de clase y género. Se niega categóricamente a sucumbir a la tentación de explicar el mundo en términos binarios. “Me interesa la historia porque es el mejor antídoto contra cualquier tipo de simplificación excesiva. En cuanto alguien dice: Así es como debe(ría) ser siempre, uno puede responder: Ah, pero no ocurrió así en el momento X. En ese sentido la historia es la inmunización perfecta contra el pensamiento binario y simplista.

“En Breve historia, por ejemplo, tenía muchas ganas de hablar sobre el comunismo como un movimiento social. El público en general, incluso los estudiantes de hoy en día, se tragan la ridícula idea de que el comunismo fue algo así como una especie de lavado de cerebro colectivo. No parecen entender –y todavía menos desde 1989– que no se trataba solo de ideología. En el contexto europeo en particular, tienes que partir de la idea de que el comunismo fue un movimiento social de masas que incorporó a millones de personas y que tuvo que ver con la totalidad de sus vidas. Su significado fue tanto cultural como político.”

Breve historia es la obra más leída de Graham. “No la escribí como un libro de texto a propósito. Es un ensayo ético sobre la Guerra Civil Española que de alguna manera destila todo mi trabajo anterior. El proceso de escribir un libro como este es parecido al sudoku, es algo que refresca las neuronas. Debo confesar que fue todo un reto. Pero estoy contenta de haberlo escrito. No dejo de asombrarme con las cartas que me envían los lectores. Lo iba leyendo en el metro, me cuenta alguien, y tenía que escribirle.”

Cruzando fronteras

Aunque los historiadores británicos y estadounidenses, desde Brenan hasta Jackson y Preston, han jugado un papel importante en el desarrollo de la historiografía española, su relación con sus colegas españoles no ha estado exenta de tensiones. “Todos los hispanistas británicos cuentan historias de celos: Este no es tu terreno, ¿qué estás haciendo aquí? Hay razones históricas para ello. Las limitaciones severas que el franquismo impuso a la historiografía española hicieron que la relación entre los historiadores españoles y extranjeros fuera un tanto rara, lo que puede haber contribuido a que los historiadores españoles se volviesen susceptibles. Pero esa situación se ha ido superando con el tiempo y las relaciones se han normalizado. Es obvio, por ejemplo, que la historia española que pertenece a los archivos va a ser escrita por españoles, que tienen más tiempo y oportunidad para ahondar en esos documentos que nosotros. Por otro lado, algunos de mis mejores amigos son historiadores españoles.”

Los libros de Graham, como los de Preston, tienen muchos lectores en España. “Algo que ha valido siempre para los hispanistas británicos es que escriben bien. Diría incluso que su contribución en este campo no ha sido tanto en el contenido como en la entrega, la forma de presentación. En comparación, el trabajo de los especialistas en España a menudo continúa siendo muy denso. Incluso el material realmente bueno no es fácil de leer.” Antonio Muñoz Molina, quien, como Graham ocupa la cátedra Juan Carlos I este semestre, cree que tras esto subyacen razones culturales. “Yo siempre creí que los historiadores españoles simplemente no se preocupaban demasiado de que sus textos fueran legibles porque estaban escribiendo para sus colegas. Pero Antonio piensa que creen realmente que escribir de manera fluida está de alguna forma por debajo de su dignidad. Para mí eso es contraproducente. Si quieres llegar hasta la persona de la calle tienes que ser legible. Y tengo la certeza de que puedes decir cosas bastante complicadas con una prosa clara sin ser simplista, de la misma manera que puedes decir cosas muy teóricas sin utilizar un lenguaje demasiado teórico. Tal vez los filósofos no puedan hacerlo siempre, pero desde luego los historiadores culturales, sí.”

Para Graham no hay ninguna razón por la que los historiadores deberían sentirse constreñidos por su identidad nacional. “Al contrario, pienso que es muy importante que las historias no sean solo escritas por los nacionales. Si lo fueran, la historia sería increíblemente menos rica. Por un lado, el hecho de ser historiadora de un país distinto al tuyo es que puedes mirarlo desde fuera y ofrecer una perspectiva diferente. Por el otro, no pienso necesariamente en mí como inglesa. Y menos aún me gustaría escribir la Historia de los ingleses, tampoco las historias de su imperio.

“Obviamente soy una ciudadana del Reino Unido porque así lo pone en mi pasaporte. Pero hay muchísimas identidades culturales diferentes en las Islas Británicas. Yo misma he tenido siempre una relación problemática con los ingleses y lo inglés. Mucho de lo cual se debe, sin duda, a haber nacido y crecido en la República de Liverpool que, en muchos sentidos, es una patria chica. Muy bien puede haber una conexión entre el interés de alguien por otro país y sentirse desplazado en su propia sociedad; no es mera coincidencia el que el hispanismo británico haya tendido a rellenarse con gente procedente de los márgenes celtas. No quiero sugerir con esto que yo misma esté traumatizada o desplazada de algún modo. Pero si provienes de Liverpool, o de cualquier otra ciudad periférica del norte, tu relación con lo inglés va a ser claramente diferente de la que sería si hubieras nacido en los Home Counties (condados alrededor de Londres). Por otro lado, ¿qué es lo que los historiadores hacen realmente cuando escriben la historia de su propio país? Se supone que todo el mundo se ha alejado de la idea de que la historiografía nacional es básicamente una rama del nacionalismo, dedicada a glorificar la historia nacional. Afortunadamente esa noción ha desaparecido en este momento, o por lo menos entre la gente con la que trato. Todo el mundo debería cruzar más fronteras.”

La objetividad

En España y otros lugares, los analistas conservadores han acusado a los historiadores como Graham, Michael Richards, Paul Preston y Ángel Viñas de ser pro-republicanos. Estudiosos amateur como Pío Moa y César Vidal, respaldados por Stanley Payne, han hecho una carrera lucrativa denunciando los “mitos” izquierdistas sobre la guerra, los cuales, según ellos, permean la mayor parte de la historiografía profesional de la España del siglo XX. Para Graham, sus llamadas a la objetividad suenan a hueco. “Cuando la gente comienza a hablar de objetividad, normalmente hay algo raro por detrás. La objetividad no es una posición equidistante entre cualesquiera dos puntos. Eso es lo que siempre me molesta en estos debates. Vamos a llevarlo a un extremo absurdo: Nadie en su sano juicio argumentaría que una historiografía objetiva de Alemania en los años treinta debería situarse en un punto medio entre los nazis y aquellos a quienes éstos atacaban. Nunca he entendido esta asociación de la objetividad con alguna clase de posición intermedia. Toda esa idea necesita ser deshecha; hay algo fundamentalmente equivocado en ella.

“Mira, lo que mueve a los historiadores es la sed de entender. Tratar de entender presupone que no vas a falsificar las pruebas o contarla como no es. Y si eso no es objetividad entonces no sé qué es. Ahora bien, nosotros también somos humanos. Todos tenemos nuestras historias, cosas que nos interesan, preguntas a las que queremos encontrar respuesta. En ese sentido, ningún relato escrito por un ser humano es jamás enteramente objetivo. Pero eso no significa que esté distorsionado o mal. Si ese ser humano es un historiador profesional honesto consigo mismo y con el material –si ha leído todo, pensado sobre ello y visto cómo encaja sin esconder o inventar nada– entonces está siendo fiel a su vocación. Más allá de eso, creo que no tenemos de qué preocuparnos.

“Sin lugar a dudas, personalmente siento más afinidad hacia la gente que lleva el cambio consigo –gente que está fuera, en los márgenes, golpeando la puerta de la política- que hacia quienes sustentan el monopolio del poder político en una sociedad tradicional. Así soy yo; no puedo cambiar eso y obviamente tiene que ver con mi propia experiencia y mis valores. Pero eso no significa que no pueda entender a otra clase de actores políticos. Incluso si no siento afinidad por ellos puedo, desde luego, escribir sobre ellos sin simplificarlos, sin convertirlos en villanos de cartón bidimensionales. Puedo escribir en tres dimensiones sobre gente cuya experiencia está muy alejada de la mía. Es curioso: cuando escribes sobre la República española la gente hace todo tipo de suposiciones. Algunos lectores irlandeses, por ejemplo, me dijeron: Estamos sorprendidos de lo bien que pareces entender el sentimiento religioso. ¡Como si no fuera capaz!”

Vivir con la derrota

El giro de Graham hacia la biografía ha sido una elección consciente. “No es solo que las vidas humanas proporcionen una ventana a la complejidad de la historia. La biografía también cuenta con un tipo distinto de lectores. Por supuesto no es cuestión de elegir entre una u otra. La historia monográfica basada en documentos políticos nacionales va a ser siempre muy importante, y sin ella no puedes tener otra serie de cosas. Pero a lo largo de la vida solo quieres escribir un cierto número de monografías muy académicas. Inicialmente es un aprendizaje. Tienes que demostrar que puedes con ello. Una vez que lo has hecho, quizás te interese ser leído por más gente, y eso conlleva hacer otras cosas. Y, al final, yo escribo para ser leída.”

Las cuatro historias de vida entrelazadas que componen el nuevo libro de Graham –“Todavía me estoy peleando con la estructura, estoy intentando evitar el formato cronológico convencional de una biografía”– muestran cómo de bien o de mal se las apañaron para vivir con la derrota personas concretas que participaron en la guerra. “Verdaderamente es una historia que transciende España. Por decirlo de manera grandilocuente, el libro trata sobre la búsqueda de una ética después de la destrucción. Es un poco como lidiar con el Holocausto, sobre el que la gente intenta pasar página, confiando en que todo va a ir bien: asimilas la derrota y sigues adelante. Sin embargo, hay algunas experiencias que no pueden ser realmente asimiladas o que no se pueden explicar convincentemente de ese modo. Hay cosas que no dejas atrás sin más; tienes que cargar con ellas. Y yo pienso que la Guerra Civil Española, como el Holocausto, es una de esas. Tienes que encontrar la forma de vivir con lo negativo. Por eso, el hecho de escribir sobre esas cuatro vidas también tiene algo de búsqueda filosófica. Es una manera de hablar de cómo sobrelleva la gente un mundo que no es perfecto, que es muy diferente del que ellos querían construir, de cómo son capaces de lidiar con las consecuencias y tomar distintas decisiones políticas, decisiones que tienen que ver con solidaridades inmediatas con la gente que te rodea. Apostando por las relaciones sociales más que intentando cambiar el mundo de forma utópica.

“Entre la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial hay otras similitudes existenciales y emocionales. Algunas de las vidas de las que me ocupo en este nuevo libro, por ejemplo, se ven afectadas por lo que yo llamo el fenómeno de la abundancia basándome en una obra teatral de David Hare titulada Plenty, que trata de gente que vivió tan intensamente la Segunda Guerra Mundial que no son capaces de bajarse de ella. El título es irónico: hace referencia a la abundancia del periodo de posguerra en relación con la austeridad de la guerra, sin embargo, para los personajes de la obra fueron los años de la guerra los que fueron ricos y fértiles, mientras que la posguerra está gastada. A pesar de que la guerra fue dolorosa y difícil, fue entonces cuando ellos se sintieron más vivos. Y nunca volvieron a sentirse así.”

Una historia envenenada

Setenta años después, la Guerra Civil Española sigue siendo tan controvertida como siempre. En España, la consolidación de un movimiento por la “recuperación de la memoria histórica” durante la última década, ha colocado a la guerra y a la represión franquista en el centro de la discusión pública, lo que ha dado lugar a un sinnúmero de publicaciones. Graham piensa que este ha sido un proceso necesario. “En cierto modo, toda la explosión de la memoria histórica en la esfera pública española –realmente debería hablarse de las memorias históricas, en plural– claramente es parte de la transición democrática. Lo que ocurrió entre finales de 1970 y 1982 fue una transición superestructural de la dictadura a un régimen parlamentario. Pero dada la manera tan particular en que la transición fue negociada desde arriba hacia abajo, se bloqueó totalmente el debate sobre lo que había ocurrido durante la guerra y bajo el franquismo. Sin duda esto sucedió en parte por razones de estabilidad, y debido a la posición que ocupaba el ejército. Pero, a la larga, no fue un proceso muy democrático.”

“Desde luego España no es única al tener que encarar y asumir un pasado difícil. En cierto sentido está ocurriendo en toda Europa continental, sobre todo desde 1989. Pero curiosamente el foco ha estado casi exclusivamente sobre el norte de Europa. No dejan de hablar de los archivos de la Stasi, por ejemplo, ni del hecho de que en el bloque oriental todos se estuvieran espiando unos a otros. Cierto, ¿pero no ocurrió lo mismo en España, Portugal y Grecia? Y sin embargo, dado el resultado asimétrico de la Guerra Fría, nadie habla de esos países. En cada una de esas tres transiciones democráticas se tomaron decisiones para impedir que se abrieran los archivos. Pero si se hiciera, también probarían que un elevado número de la población estaba espiando a sus compatriotas…

“Lo que hace al caso español diferente de otros es el hecho de que la dictadura de Franco se legitimó a sí misma haciendo referencia a la guerra civil de un modo particular, convirtiéndola en una historia bastante tóxica de mártires y bárbaros. Lo que también es único con respecto a España es que en aquel momento el régimen movilizó a la población en masa, haciéndola cómplice a través de un gigantesco sistema de procesos y denuncias. Que es por lo que todavía hay tantos malos sentimientos, tanta mala sangre y tanta mala fe en España, y culpa, muchísima culpa.”

Los voluntarios de la Lincoln

La derecha española ha criticado muy duramente el llamado boom de la memoria, advirtiendo que puede ser peligroso “abrir viejas heridas”. Graham piensa de manera distinta. “El que la noción de España como país tenga que coincidir con una versión determinada del pasado es parte del legado franquista. Esa idea de que si todos no tenemos la misma visión del pasado vamos a volver al caos, va a haber una nueva guerra civil, y todos vamos a ir de mal en peor, también es un efecto de Franco. Hacer la transición a la democracia –superar y salir de la dictadura– significa alcanzar un punto donde comprendes que no todos tenemos que estar de acuerdo para lograr una forma de convivencia no letal, que no tiene porqué haber una única y monolítica visión hegemónica del pasado. Significa reconocer que no pasa nada porque unos y otros veamos el pasado de modo diferente.”

Graham respeta y admira a sus colegas españoles pero tiene poca paciencia con los académicos estadounidenses que estudian la Guerra Civil Española desde una perspectiva estrictamente estadounidense. “En el contexto estadounidense, la Guerra Civil Española cobra una relevancia mayor de la esperada porque no se trata de la Guerra Civil Española en absoluto: al final, siempre tiene que ver con los voluntarios de la Lincoln. Y por eso de lo que realmente va es de la historia de los Estados Unidos después de 1945. Mi gran preocupación con gente como Ron Radosh y otros es que ellos no saben nada de la Guerra Civil Española. Lo suyo es básicamente un abordaje imperialista del conflicto. Para ellos, España no existe hasta que los grandes poderes le otorgan un significado. Está claro que esto va a molestar a cualquiera que haya pasado veintitantos años de su vida trabajando en todas las demás cuestiones y los problemas que había realmente en España.”

“El mayor reto del nuevo milenio,” señala el epígrafe de Graham a Breve historia, “es desmitificar nuestros miedos.” “Sí, si hay algo que me gustaría que la gente sacase del libro, es eso. Los miedos mitificados, el odio a la diferencia: es lo que está en la base de la sombría mitad del siglo XX, el momento de la historia mundial que registró el mayor número de personas muertas a manos de otras personas. Si lo quieres expresar de otro modo, puedes decir que la historia europea del siglo XX –y España está justo en el corazón de la misma– tiene que ver con entendérselas con la ciudad, la vida urbana. Es a los migrantes y a los pobladores urbanos a quienes se señala habitualmente como la causa de todos los problemas. El General Mola fue quien dijo aquello de que todo iría bien si pudiera lanzar bombas sobre Bilbao y Madrid y eliminar ese miasma. Franco fue ligeramente más realista, pero también lo movía la misma idea.”

Further Browsing:

  • Helen Graham’s Inaugural Lecture, Royal Holloway: “Border Crossings: Thinking about the International Brigaders before and after Spain” (podcast); see also the 10th Annual Bill Susman Lecture, ALBA/King Juan Carlos I Center, New York (lecture textPowerPoint)
  • Helen Graham: A Very Short Introduction, an 8-minute video excerpt of the interview

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One Response to “ La guerra antes del gran apagón: Una entrevista con Helen Graham ”

  1. […] Y para los abrumados que se refugian en un supuesto objetivismo malentendido por interesado, nos recuerda que no, que no todos fueron iguales: “Unos se sublevaron bajo pretextos bastardos y otros resistieron la sublevación como pudieron. Recordemos aquel comentario al respecto de la hispanista inglesa Helen Graham: […]